Sitges 2009: Viernes (2)

Viernes 2: Segundo día de festival y ante nosotros un reto, 5 películas y 3 cortometrajes... El maratón dio inicio con The countess, de Julie Delpy que protagoniza ella misma junto a William Hurt y Daniel Brühl donde en un relato del siglo XVII, nos cuenta como buscando la eterna juventud se puede llegar a una nueva forma de vampirismo, diferente de la clásica, a la vez que puede verse una reflexión sobre el paso del tiempo y su efecto en nosotros.

El siguiente pase nos reserva la presentación de Hierro, con su director Gabe Ibañez y la actriz protagonista Elena Anaya con un look muy diferente al que luce en el film como podéis comprobar en la foto. La historia no tiene nada de original, la busca de una madre de su hijo perdido por unos parajes espectacularmente bellos (la isla de Hierro) y una banda sonora omnipresente. Muy bellamente rodada, una ambientación singular, pero sin aportar gran cosa a una historia explicada una y mil veces.
Sin tiempo para respirar empieza la presentación de Thirst, de Park Chan-Wook, que vuelve a Sitges a recoger el bien ganado premio de La máquina del tiempo junto con la actriz de sus dos últimas películas Kim Ok-Vin. Con su habitual sentido del humor el director de Old Boy nos dice que Sitges en coreano quiere decir asesinato por lo que se siente bien al presentar su obra aquí. La película es algo larga pero realmente sólo Park puede hacer una mezcla tal de vampirismo, humor, escenas cargadas de erotismo y secuencias imposibles con una belleza que desafía a la lógica. La historia es delirante y la maestría de Park, admirable.
Nos enfrentamos a la temida sesión doble que empieza entrada ya la madrugada que se inicia con dos cortos, The taxidermist, de impecable factura y un divertidisimo The horrybly slow murderer with the extremely inefficient weapon, si podéis haceros con él, no os perdáis esta muestra de humor y locura en apenas 5 minutos. Tras los cortos los directores de las películas The collector, Marcus Dunstan y Shadow de Federico Zampaglione nos animan a que lleguemos al final a los medio millar de espectadores que todavía quedamos. La primera se trata de un catálogo de torturas y trampas con litros de sangre salpicando la pantalla. La segunda nos lleva a paisajes montañosos donde el sadismo se apodera de los bucólicos paisajes con un final tan sorprendente como prescindible, pero para ser justos con las películas, las neuronas ya empiezan a estar afectadas y la sangre se filtra por nuestros lacrimales, hay que descansar.