Una chica cortada en dos nos muestra la historia de una joven presentadora del tiempo, una fascinante y frágil
Ludivine Sagnier (Gabrielle), tanto por su belleza como por su interpretación, lo mejor de la película; que se enamora de un escritor de renombre (que sólo hace que citar frases de otras personas), interpretado muy sobriamente por
François Berléand (Charles), que le lleva 30 años de edad, una fantasía masculina muy recurrente en el cine francés. A partir de conocerlo se enamora perdidamente y él la introduce en el mundo del sexo y la inicia en un camino hacia una depravación, siempre sugerida y jamas explicada, pero que pesará durante todo el final de la cinta. Para olvidarl

e se refugiará en un joven rico y caprichoso (con una familia que es un retrato bien definido y crítico de la burguesía), con un pasado oscuro,
Benoït Magimel (Paul) que desencadenará los acontecimientos finales.
A pesar del prestigio y las buenas manera de
Claude Chabrol, parece descuidado y siguiendo automatismos de su anterior cine que hacen que la película sea desigual, en ocasiones fascina pero en otras ocasiones no parece una trama creíble, entre otras razones porque abusa del estereotipo y no se produce la empatía necesaria para hacerlo verosimil, unido al hecho de que Chabrol es un mago sugiriendo, pero sin explicación no entendemos las motivaciones de los personajes. La guinda final, la metáfora que utiliza y que tiene que ver con el título, tal obviedad parece impropia de un autor de su categoría, sobretodo porque la protagonista no duda, tiene muy claro a quien quiere, no está partida. A pesar de ello nos congratulamos que autores tan veteranos se resistan a jubilarse y sigan mostrando el camino a otras generaciones.
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