Vuelve el maestro, vuelve el gran Francis Ford Coppola, y lo hace con esta obra atípica, melodramática y muy personal que es Tetro; desde el 74 que no rodaba algo escrito integrame
nte por él. Es un film desigual, con un magnífico inicio y un final bastante más previsible, incluso excesivo, que no nos recuerda a Coppola pero que a la vez lleva ese sello que sólo él puede darle. Apoyado en la interpretación del siempre extraño y melancólico Vincent Gallo, la joven promesa Alden Ehrenreich y una más que convincente Maribel Verdú, Tetro es una historia muy personal sobre la familia, esta vez no "la familia" sinó la desestructuración de una familia con una vena artística donde la relación paternofilial es algo más que compleja y tortuosa, tanto o más que los sentimientos de culpabilidad entre ellos. Esta rodada en blanco y negro excepto los flashbacks y las escenas 
operísticas, con un color roto y estridente, como homenaje a los Cuentos de Hoffman a los que la película hace referencias continuas. Rodada a medio camino entre Buenos Aires, España y la Patagonia, Coppola no parece sentirse mal rodando en tierras extrañas, pero en ocasiones nos parece más a Subiela o incluso Almodovar. Quizá el guión o incluso los diálogos no son una maravilla, pero visualmente tiene propuestas interesantes, como los juegos de espejos y sombras, haciendo referéncia a la peculiaridad que tenia Da Vinci de escribir como también lo hace el personaje principal. Una película extraña y algo desigual, pero siempre Coppola, y eso es mucho. Para cinéfilos de pura sangre.
nte por él. Es un film desigual, con un magnífico inicio y un final bastante más previsible, incluso excesivo, que no nos recuerda a Coppola pero que a la vez lleva ese sello que sólo él puede darle. Apoyado en la interpretación del siempre extraño y melancólico Vincent Gallo, la joven promesa Alden Ehrenreich y una más que convincente Maribel Verdú, Tetro es una historia muy personal sobre la familia, esta vez no "la familia" sinó la desestructuración de una familia con una vena artística donde la relación paternofilial es algo más que compleja y tortuosa, tanto o más que los sentimientos de culpabilidad entre ellos. Esta rodada en blanco y negro excepto los flashbacks y las escenas 
operísticas, con un color roto y estridente, como homenaje a los Cuentos de Hoffman a los que la película hace referencias continuas. Rodada a medio camino entre Buenos Aires, España y la Patagonia, Coppola no parece sentirse mal rodando en tierras extrañas, pero en ocasiones nos parece más a Subiela o incluso Almodovar. Quizá el guión o incluso los diálogos no son una maravilla, pero visualmente tiene propuestas interesantes, como los juegos de espejos y sombras, haciendo referéncia a la peculiaridad que tenia Da Vinci de escribir como también lo hace el personaje principal. Una película extraña y algo desigual, pero siempre Coppola, y eso es mucho. Para cinéfilos de pura sangre.
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