INGLOURIOUS BASTERDS, de Quentin Tarantino

Mucho ha dado que hablar Quentin Tarantino en sus películas, tiene detractores (los menos) y auténticos fans, pero nadie duda de su talento y con Inglourious basterds (Malditos bastardos) que Tarantino es un director sensacional, no tiene discusión. Tiene un dominio total de todos los elementos, y a pesar de enfrentarse a una película de género, no lo traiciona y a la vez le introduce todos esos elementos que hacen de Tarantino un director original, sabe combinar las reglas propias del género con sus toques originales y señal de distinción. En esta película, como en todas las de Tarantino, el diálogo es esencial, y el diálogo enmascara un final violento como siempre en Tarantino, y el diálogo cada vez es más importante en sus películas. Quizás por eso sea genial Tarantino, porque es capaz como nadie de integrar clasicismo y modernidad con una facilidad apabullante, como hace con la música. Una película de guerra, con música de western (fantástico Ennio Morricone) que integra canciones de David Bowie entre otras sin que suene raro. Una película bélica, con estructura de western alternada con escenas de Scarface, ¡brutal! Pero si alguna seña de identidad es propia de Tarantino es la presencia del cine dentro del cine, la quintaesencia, y en ésta, es más que evidente. Para finalizar añadir que las interpretaciones están a la altura de la película, especialmente el protagonista principal, que no es Brad Pitt como podría pensarse sinó el coronel Hans Landa (un sensacional Christoph Waltz), difuminados en una serie de tramas tan tortuosas como los diálogos, pero imprescindibles. También deberemos seguir a la prometedora Mélanie Laurent (Shosanna Dreyfus en la película). Un peliculón.